Devoción
La señora junto a su hijo, ambos llegaron acelerando el paso hasta la puerta del colegio. La portera, un preceptor y dieciocho escalones la separaron por algunos minutos de la presencia del director. Indignada, la mujer deshizo la bufanda que llevaba al cuello y la cartera que colgaba de su hombro. El hombre le preguntó qué la llevaba hasta la dirección del nivel secundario. El chico se había sentado junto a su madre, frente al escritorio del director y juntaba sus manos sobre sus rodillas, sus ojos atados al piso. La pregunta tenía razón de ser ya que la mujer no tenía hijos en el nivel secundario. El chico, su hijo que permanecía a su lado angustiado, cursaba el sexto grado en el mismo establecimiento. El director pensó en alguna disputa, en algún enfrentamiento entre niños de distintos niveles. No sería la primera vez que una madre justiciera se acercase al colegio para hacer saber que a su hijo lo habían golpeado o maltratado. El director estaba acostumbrado a estos casos y con el