En primera persona
Usted me hace
hablar porque le sobra conciencia y le hace falta agallas mi querido amigo y si me permito esta licencia es simplemente
porque tratándolo de usted, cuestión que a su gusto se impuso, me permito esta
cercanía que facilita el calificativo que hago mío y que uso a sabiendas de lo que cada uno de nosotros es… pero me pregunto antes de darme a entender en mi
rubicundo desdén qué pueden ser dos almas gemelas, más que amigas; dos almas
que conocen la rugosidad de su corteza y la del otro como si fuera la propia;
qué pueden ser dos almas que se complementan en su existencia, más que amigas.
Me permito esta licencia, como le dije, intuyendo lo incrédulo que ha podido
quedar luego de comenzar a vislumbrar este horizonte de palabras que traen una
idea inesperada como un sol negro que amenaza oscurecer definitivamente su
tranquilo andar de las horas que conforman su monótono día.
Contra todo lo
que pueda imaginar, estoy entero. Créame… no tengo por qué mentir. Nadie tiene
por qué mentir cuando se ha tomado al toro por las astas. Nadie tiene por qué
mentir cuando se ha vislumbrado el destino, cuando se ha entendido por qué uno
o por qué esto que nos ha tocado. Créame amigo mío. Todo es relleno hasta ese
momento, estopa, simples escalones que nos depositan en un lugar, nos alcanzan
a nuestro momento inevitable. Por eso todas estas palabras acumuladas que
decido soltarlas como si se tratara de un huracán que arremete de golpe contra
todo aquello que está mal. Usted por único caso. Usted, que temeroso de ser
desenmascarado me ha hecho decir lo que se ha empeñado en callar durante años.
Y en ese silencio, el suyo, siempre se ha agitado como un pájaro en la noche de
sus sueños, esa infame cobardía de los hombres que hace negar la peor de las
verdades, callándose. Colocándose en su rostro la máscara convencional que lo
convierte (fabulosa metamorfosis) en un ser prolijo y correcto, merecedor de la
sociedad en la que pulula como un ave gorjeante, llena de sol, con el canto
dispuesto para demostrar a quien lo quiera escuchar, qué tan pulcro y perfecto
se puede llegar a ser ¿O no es así? Dígame si mis palabras faltan a la verdad…
entre nosotros, amigo mío, no hay misterios y eso usted lo sabe tan bien como
yo. Por eso usted baja los ojos cada vez que actúo como solo yo puedo hacerlo,
en su conciencia corroída, tildando cada exceso en su también correcta
formación cristiana con la que lo han forjado… ¡Por favor! Si no hace falta
mentirnos, nos conocemos muy bien. Usted se sabe responsable de la insolencia
con la que ha edificado a costa mía, por supuesto, esos pilares que hoy dan
forma a su carácter altanero, ese espinazo del que se vale para ir de un lado
al otro prolongando silencios entre los presentes que ocasionalmente quedan a
su vera como si usted fuese un lecho de aguas turbias capaz de llevarse todo lo
que se cruce a su paso ¡Por favor! ¿Usted? Usted y yo sabemos de qué materia
está hecho cada uno de nosotros… por eso a mí no. Ya no. Quiero que sepa que ya
no. Qué a sabiendas de su existencia descreo de usted. Como lo escucha. Usted
no es sagrado y nada hay de original en sus actos. Nada ¿Qué paradójico no? Y
quién dijo que la realidad no podía serlo amigo mío. Azorado, seguramente, lo
estará comprobando en este instante. Y este quiebre en el tiempo que nos
impongo diciéndole lo que tal vez nunca pensó escuchar, sirva para que nos
descubramos de una vez. Y podamos quitar todas nuestras capas que cubren
nuestras cortezas para saber de una vez por todas qué escondemos. Por eso no
siento ningún tipo de culpa al darle definitivamente la espalda, aunque me
sienta (imposible no sentirlo así) una extensión suya. Ya no cuente conmigo.
Reniego de mi sangre. Blasfemo a mi creador ganándome el hades. Sí, pero sepa
querido amigo que toda la decisión es mía y me regocijo en ella porque así lo
dispuse. Nadie tiene por qué entender estas cosas. Todo vibra, se agita aquí
dentro mío y todo me pertenece en este, mi terreno. Ni siquiera usted puede permitirse
adentrarse en estas tierras. Aquí vivo y muero y he decidido hacerlo solo por
si no entendió. Ese tembladeral de pupilas que como dos estrellas en un espejo
de agua vibra en un vertiginoso movimiento sobre su rostro, llenos sus ojos de
ese brillo glacial que solo las heridas que no cicatrizan traen, es la clara
muestra de lo dura que puede ser una realidad cuando nos llega sin que la
esperemos, ese golpe que no acertamos a saber por dónde viene y que nos hace
retroceder como en el pugilato, hacia atrás. Así me lo imagino frente a mi
palabra dura mas déjeme decirle que lo suyo, todo lo suyo, es pura teatralización
para tapar algo mucho más profundo que usted como ya sabemos no se anima a
mostrar y cobardemente esconde. No le creo. Todas las imágenes que conservo de
usted son falsas. La única que merece respeto es la que me ha dedicado para
darme vida y no me mal interprete, nadie más alejado que yo de la vanidad.
Nadie…
Usted ya no me
pertenece, lo he soltado a partir de esta noche. Todo usted es un recuerdo.
Tendrá que buscar otra voz que le haga de partener en sus caprichos mundanos porque
en este momento en el que usted lee, ese presente en el que todavía se atreve a
fingir su desazón para cubrir el odio visceral que siente al saberse no
correspondido, ese presente en el que todavía nos regala una última escena de
su ficción eterna, será pues todo mi pasado. Ya no tendré voz, solo seré un
montón de palabras hechas y deshechas sobre una hoja en blanco que usted se ha
atrevido a formar para sacarse de encima un pesar, que quien deja hoy bien en
claro su desdicha, se ha encargado de sostener con dura pena. En mí nunca ha
habido dobleces querido amigo ni lados ocultos que no puedan apreciarse. Una
humilde filosofía en boca como una herida abierta se ha encargado de abrir su
carne, imponiéndose inevitablemente, para soltar su fuego y salvarse poniendo
mi cuerpo y mi voz en su lugar. He dicho basta. Que el olvido me alce como a un
niño y me lleve a sus tierras desoladas y frías. No importa. No seré cómplice
de su hipocresía y su falta de coraje. Si quiere seguir escribiendo allá usted
pero conmigo nunca más. Ha puesto en mí todo lo que en usted cabe a la
perfección y ya no estoy dispuesto a sostener el dolor de nadie. Que cada uno
se haga cargo de lo suyo. Si usted es un ser descomunal… una suerte de monstruo
terrenal, cargado de lascivia y deseos violentos, capaz de matar a su padre
como un Edipo imponente o capaz de soltar ideas que en cualquier sociedad sería
justo motivo para tenerlo bien encerrado entre cuatro paredes hasta que la
muerte lo encuentre por el bien de todos los que le andan cerca. Hágase cargo.
Deje de usarme para expandir su dolor. Grite a los cuatro vientos de una buena
vez todo lo que usted siente y piensa pero hágalo bajo su nombre. Escriba una
suerte de diario íntimo y deje la ficción, esa vaina que utiliza para no ser
juzgado. Yo ya no seré más su voz narrativa. No habrá más cuentos que mi voz
llene. Hasta aquí llegué. Adiós.
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